De Carlos V a Felipe VI
La semana pasada mientras escuchaba la alocución de Felipe VI en la iglesia del Monasterio de Yuste con motivo de la entrega del Premio Europeo Carlos V resultaba imposible no pensar en la figura del Emperador que, en un año como éste, pero de hace 500 años fue elegido nueva cabeza del Sacro Imperio Romano tras la muerte de su abuelo Maximiliano. También resultaba inevitable pensar en la conocida metáfora de “la zorra y el erizo” que el consejero de Carlos V, Desiderio Erasmo, relataba con asiduidad. Según él, los erizos observan el mundo desde una perspectiva clara y de fuertes convicciones que trasladan a toda clase de situaciones, mientras que los zorros son animales pragmáticos que modelan sus pensamientos e ideas en función de los hechos. Los erizos se mueven y actúan por sus creencias, mientras que las zorras lo hacen por las evidencias. Carlos V era el erizo por antonomasia. Felipe VI, 500 años después, recoge el testigo.
Durante los cinco años de su reinado, teniendo que afrontar cuatro legislaturas y el desafío del golpismo catalán, Felipe VI ha mostrado poseer unos firmes principios y valores que determinan su comportamiento como jefe del Estado. Su formación en los años de Príncipe de Asturias fue decisiva. La importancia de una buena preparación fue también uno de los grandes legados de Carlos V a su hijo Felipe II con las famosas instrucciones que redactó sobre cómo ser rey desde Palamós en 1543 y ofreciéndole el apoyo de grandes instructores y preceptores. El pozoalbense Juan Ginés de Sepúlveda me parece el más notable.
No son pocos, empezando por Manuel Fernández Álvarez, una de las grandes autoridades sobre el siglo XVI español, quienes aseguran que el primero de los Habsburgo en nuestro país fue el primer gran dirigente europeísta de la era moderna. De ahí el nombre de los galardones que han recaído este año en el programa de ‘Itinerarios Culturales’ del Consejo de Europea. Precisamente una de las mejores decisiones del monarca desde su proclamación como jefe del Estado ha sido impulsar la convocatoria del Premio Europeo Carlos V con carácter anual frente a la bianualidad anterior. Felipe VI es también un gran europeísta y la entrega de estos premios son una muestra de que se reconoce la figura de uno de nuestros mejores monarcas de la historia, se le sitúa en su verdadero contexto y el Rey reafirma su compromiso sincero con la unión de los europeos. De hecho, una de las frases de su discurso más esclarecedoras fue la siguiente: “Necesitamos una Europa más unida, más fuerte, más determinada y, también, más efectiva en la consecución de las ambiciones y expectativas de los ciudadanos”.
En tiempos como los que vivimos, donde hay quienes quieren reescribir la historia y tratan de modelar una imagen completamente distinta a la que representaba Carlos V, me parece esencial reivindicar su figura. Hay quienes se quedan en lo meramente anecdótico y barbarizan con que era un rey bulímico y epiléptico con la pretensión de ridiculizar su figura, algo completamente alejado de la realidad si leemos lo que otros observadores de la época decían, como los embajadores de Mantua o Venecia. Carlos V fue un intelectual de su época con una biblioteca portátil, lector ferviente de Maquiavelo y del best-seller del Renacimiento, “Libro áureo de Marco Aurelio”. Pese a lo que se dice, fue indulgente con los grandes enemigos de su tiempo como el rey francés, Francisco I, o Lutero. ¿Qué primera potencia no apresa a su principal enemigo sin ajusticiarlo? Y eso es lo que le pasó al monarca galo durante su arresto en Madrid.
Carlos V fue un políglota en su tiempo, capaz de hablar cinco idiomas (español, francés, portugués, alemán e italiano), un “príncipe” renacentista y el primer monarca desde la época visigoda capaz de gobernar toda España. Quinientos años después, Felipe VI es un “príncipe” del tiempo presente clave en el mantenimiento no sólo de la unidad nacional, sino de los europeos.
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